En tiempos donde la conexión humana compite con la virtualidad, el hostingcore emerge como la tendencia decorativa que recupera la esencia del encuentro. Este movimiento, que combina diseño interior con hospitalidad, ha revolucionado el modo en que se conciben los hogares: no solo como refugios, sino como escenarios de convivencia.
En 2025, el hostingcore se consolida como una de las corrientes más populares del diseño residencial. Su principio es claro: los espacios deben facilitar la interacción. Cocinas abiertas, comedores amplios, barras modulares y terrazas adaptables son los nuevos protagonistas. Más que un estilo visual, se trata de una filosofía que prioriza el vínculo humano por encima de la estética fría o el lujo solitario.
En redes sociales, el hashtag #HostingVibes acumula más de 600 millones de vistas en Reels e historias de TikTok, donde usuarios muestran transformaciones de sus hogares para recibir amigos o familiares. Videos con títulos como “Mi setup para 20” o “Cenas sin restaurante” se han vuelto virales, impulsando una ola de creatividad doméstica. Lo que antes era improvisación, hoy se planifica con diseño, iluminación y mobiliario pensado para reunir.
El fenómeno tiene raíces históricas. Inspirado en los supper clubs de los años cincuenta —reuniones informales con comida casera y música en vivo—, el hostingcore combina nostalgia con funcionalidad moderna. Diseñadores reconocidos como Roman and Williams lo describen como una “arquitectura social”, en la que cada metro cuadrado se diseña para propiciar conversaciones, risas y encuentros.
Los datos respaldan su auge. De acuerdo con encuestas del sector inmobiliario, más del 80% de las renovaciones residenciales recientes incluyen zonas de convivencia flexibles: barras que se convierten en mesas, cocinas abiertas hacia el comedor y muebles que se repliegan para liberar espacio. En paralelo, el mercado del mobiliario ha respondido con líneas adaptables y duraderas, pensadas para recibir sin perder estilo ni funcionalidad.

En México, esta tendencia ha encontrado eco en las ciudades más densas, donde el espacio es limitado, pero la necesidad de convivencia es grande. Arquitectos jóvenes reinterpretan el hostingcore con soluciones locales: terrazas convertibles con pérgolas retráctiles, cocinas integradas con áreas sociales y patios pequeños transformados en puntos de reunión. En colonias como la Roma, Condesa o Coyoacán, el fenómeno se percibe en departamentos que mezclan diseño con calidez.
Más allá del diseño, el movimiento tiene implicaciones sociales y emocionales. Estudios de bienestar de universidades internacionales asocian la práctica de recibir en casa con una mejora en la salud mental y un aumento en la longevidad social. Compartir comida, celebrar cumpleaños o simplemente tener compañía reduce la sensación de aislamiento y fomenta la empatía, efectos particularmente valiosos en un contexto pospandemia.
Aunque algunos críticos consideran que el hostingcore responde a un estilo de vida elitista, la tendencia ha sido democratizada por comunidades de DIY y low-cost design. Tutoriales en redes sociales muestran cómo adaptar espacios pequeños con presupuestos limitados: desde mesas plegables hasta barras hechas con tablones reciclados o iluminación LED para generar ambientes acogedores.
El resultado es un movimiento que trasciende la estética. En 2025, los hogares ya no se diseñan solo para habitar, sino para compartir. Las cocinas se convierten en centros de reunión, las terrazas en pequeños clubes sociales y las salas en extensiones de la vida pública. Hostingcore no busca presumir, sino unir; transformar la casa en un espacio donde cada encuentro deja huella.
En una ciudad como la CDMX —donde la prisa y el ruido son constantes—, esta tendencia ofrece una pausa: un recordatorio de que abrir la puerta de casa puede ser un acto de bienestar colectivo. El hogar deja de ser un refugio individual y se convierte en un puente hacia los demás, un escenario donde la convivencia se diseña con intención.
